La actividad física se refiere a todo el movimiento que realizamos a lo largo del día, como hacer las tareas domésticas, llevar la compra, ir andando al trabajo y hacer ejercicio como practicar un deporte o ir al gimnasio. Cada vez hay más pruebas de que ser físicamente activo puede beneficiar tanto al cuerpo como a la mente, además de reducir el riesgo de muchas enfermedades. He aquí nueve beneficios probados de la actividad física regular.

1. Ayuda a mantener un peso corporal saludable

La escasa actividad física puede aumentar el riesgo de sobrepeso u obesidad. 1 Aunque el ejercicio físico por sí solo no conduce necesariamente a la pérdida de peso, en combinación con una dieta equilibrada y controlada en calorías, puede contribuir a reducir el peso con éxito. Además, hay pruebas de que la actividad física regular puede ayudar a mantener un peso corporal saludable a lo largo del tiempo. 2

2. Reduce la presión arterial

La presión arterial alta (o hipertensión) es un factor de riesgo revista para muchas enfermedades, en particular los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades cardíacas. La actividad física regular puede aumentar la fuerza del corazón, lo que reduce el esfuerzo necesario para bombear la sangre por el cuerpo. Esto disminuye la fuerza sobre las arterias, reduciendo la presión arterial. Hay pruebas fehacientes de que la actividad física regular ayuda a mantener una presión arterial saludable. 1, 3

3. Disminuye el riesgo de enfermedades del corazón

Se ha demostrado que el ejercicio regular, especialmente el ejercicio aeróbico, como caminar a paso ligero, correr y montar en bicicleta, reduce el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón. 1, 3 Este beneficio se observa en personas de todos los tamaños corporales. Las personas con sobrepeso u obesidad que son físicamente activas tienen muchas menos probabilidades de padecer enfermedades cardíacas en comparación con las que no lo son.

4. Reduce el riesgo de diabetes tipo 2

Se sabe que el ejercicio ayuda a regular los niveles de azúcar en la sangre y mejora la sensibilidad de nuestro cuerpo a la insulina. Por otro lado, se ha demostrado que la inactividad física aumenta el riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2. 1, 3 Además, se suele recomendar a las personas con diabetes que hagan ejercicio regularmente para ayudarles a controlar los niveles de azúcar en sangre.

5. Reduce el riesgo de ciertos tipos de cáncer

El cáncer es una enfermedad compleja en la que influyen muchos factores controlables (por ejemplo, el tabaquismo, una dieta poco saludable o un consumo elevado de alcohol) e incontrolables (por ejemplo, la genética, la radiación o los contaminantes ambientales). Las pruebas indican que el ejercicio regular de moderado a intenso puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, como el de colon, el colorrectal, el de pulmón y el de mama. 1, 4

6. Aumenta la fuerza y la función muscular

El músculo esquelético cumple muchas funciones, ayuda a mantener la postura, controla el movimiento y genera calor corporal. A medida que envejecemos, nuestra masa muscular tiende a disminuir, a menudo debido a un estilo de vida más sedentario. Esta pérdida de masa muscular puede reducir nuestra movilidad y aumentar el riesgo de caídas y enfermedades musculares como la sarcopenia. 5 El ejercicio regular, en particular el entrenamiento de resistencia (como el levantamiento de pesas o los ejercicios con el peso del cuerpo, como las sentadillas y las flexiones), puede ayudar a mejorar la fuerza y la resistencia muscular y a reducir nuestro riesgo de padecer trastornos musculares como la sarcopenia. 3, 5

7. Mejora la salud y la fuerza de los huesos

Se ha demostrado que el ejercicio con pesas (por ejemplo, correr, bailar), así como el entrenamiento de resistencia, mejoran la densidad ósea en los adolescentes y ayudan a mantener la densidad ósea en la edad adulta, reduciendo el riesgo de osteoporosis 1 Esto es especialmente importante para los adultos mayores y las mujeres menopáusicas, ya que puede ayudar a frenar la pérdida natural de densidad ósea que se produce con la edad.