“Despierta mis miradas, y contemplaré las glorias de tu mandamiento”.** Salmos 119:18.

De estar abiertos vuestros ojos, no solamente observaríais seres celestiales buenos que buscan de tocar los espíritus, sino también espíritus malignos que procuran dejar sin efecto el testimonio de luz que Dios ha comunicado.

Mientras estemos en este planeta no estaremos protegidos a menos que nuestras peticiones se eleven constantemente al Dios del altísimo para que nos mantenga puros de la maldad que predomina en la humanidad. Nuestro Salvador nos ha advertido cómo serán los últimos días. Reinará la impiedad, pero las vidas que estén sensibles a la presencia del Espíritu de Dios recibirán fuerzas para resistir la perversión de esta era pervertida.

Enoc vivió con Dios trescientos años antes de ser elevado al cielo y la situación del planeta no era entonces mucho más favorable para desarrollar la perfección del espíritu consagrado que en estos tiempos. ¿Cómo caminó Enoc con Dios? Educó su razón y su alma para percibir que siempre estaba en la presencia de Dios, y cuando lo asaltaba la duda elevaba su oración solicitando la ayuda divina. Rehusó seguir cualquier camino de vida que ofendiera a Dios. Retuvo al Señor siempre ante sí. Bien podía clamar: “Indícame tu senda, para no desviarme. ¿Qué deseas de mí? ¿Qué he de hacer para honrarte, oh Dios mío?”

Desearemos orar con David: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. Hay muchos que ocultan sus ojos por temor de reconocer la verdad. No quieren descubrir los defectos de su existencia y de sus personalidades y se inquietan si se les menciona algo relativo a la ley de Dios. En esta posición revelan que han establecido una regla humana para ellos y que su camino no es la intención de Dios. No queremos que seáis engañados por Satanás, el primer y gran opositor de la ley de Dios. Deseamos que mantengáis en corazón que la ley de Dios es la única medida por la que seremos evaluados...

En el inicio, Dios dijo: “Hagamos al ser humano a nuestra figura, conforme a nuestra apariencia”. Pero el pecado casi ha borrado la esencia divina de Dios establecida en el hombre. Jesús vino a nuestro mundo para darnos un modelo visible para que sepamos cómo actuar y cómo andar en la senda del Señor. Él era la imagen del Padre. El carácter puro e santo del Señor ha sido presentado ante nosotros como un patrón que debemos seguir. Debemos aprender, reproducir y seguir a Jesucristo. De este modo nuestros espíritus serán transformados según la https://ameblo.jp/felixrknk663/entry-12906484044.html gloria y belleza del carácter del Señor. Al hacerlo estaremos delante de Dios por medio de la confianza, reclamando por medio del combate con los autoridades de las oscuridad el autocontrol y el afecto divino que Adán desobedeció.