“De modo que si alguno está en el Mesías, es una nueva creación; las cosas viejas han desaparecido; mirad todas son hechas nuevas”. 2 Corintios 5:17.
El individuo rompió su vínculo con el Altísimo y su espíritu quedó paralizada y débil por el veneno destructivo del pecado. Pero hubo un tiempo cuando se anunció en las esferas del cielo: “¡Se ha encontrado redención! Se ha ofrecido una existencia celestial como precio por el hombre. Uno igual al Padre ha llegado a ser el sustituto del ser humano”.
El Señor entregó a su Hijo único a la humanidad para que el pecador pudiera participar como copartícipe de la naturaleza sagrada mediante la recepción del salvación provisto para el pecado y permitiendo que la gracia de Jesús obre en su vida. El fuerza de la Divinidad obrando en la carne puede situar al ser humano en una relación correcta con Dios. El hombre caído que se agarra del poder divino puesto a su disposición https://youtu.be/M4XTkEgXkqE puede volverse uno con Dios. La vida eterna es la herencia que Cristo vino a ofrecer al universo.

“Y a los seres celestiales que no preservaron su dignidad”, afirmó el Señor, “los ha encarcelado bajo tinieblas, en cadenas perpetuas, para el día final del gran día”. El germen maligno que se sembró en la realidad espiritual cuando los primeras criaturas celestes se rebelaron nunca más será permitido en el paraíso. Sin embargo, mientras estemos en la vida terrenal, tendremos que enfrentar el pecado y combatir con firmeza en su contra. Hay una lucha que se desarrolla en cada alma. Satanás pondrá a su favor a todos aquellos que elijan hacer su propia decisión y rechacen transformarse a las caminos del Altísimo. Y el conocimiento que han adquirido en las cosas divinas será unido al sabiduría que Satanás emplea para fortalecer su posición en el choque.
La gracia existe en plenitud en el Redentor y los que se alíen del Mesías serán seres renovados. En naturaleza serán uno con el Señor. ¡En esto hay misericordia! El Creador siembra las cualidades de su carácter en quienes lo reciben. En virtud de su ofrenda suprema, él eleva a la especie humana de su condición de esclavitud a la voluntad de Satanás y hace de estos hombres y mujeres, herederos del Monarca celestial...
Cristo vino a sufrir en favor de la humanidad perdida, porque el adversario sostenía con arrogancia que nadie podría oponerse a sus estratagemas y vivir una existencia pura. Revestido de la naturaleza humana, el Salvador se exponía a todas las tentaciones que afectan a los hombres y en cada una logró la conquista. El mundo tiene ante sí el registro de su trayectoria, por lo que nadie debiera desconfiar del alcance de la fuerza celestial. Cada alma que se esfuerza por alcanzar la madurez del modelo divino encontrará en este mundo un campo de batalla en el que lidian el amor y el pecado. Y los que confían en el Salvador obtendrán la victoria.